sábado, junio 18, 2005

Echoes

Echoes es un tema "fantabuloso" (como diría mi hermana) de Pink Floyd. Es el sexto tema del disco "Meddle", medio perdido en la historia, pero padrino, precursor e inspirador del que llegó luego: "Dark Side of the Moon".

Echoes dura unos 20 minutos. Echoes pasa por todos los estados de ánimo, por todas las texturas y ritmos, por muchos estilos.

Salió de la casa y si, si, si, todo igual. Autito verde cotorra en la puerta, buzón vació, acoso... todo igual. La sorpresa, de hecho, llegó porque algo que no hubiera debido ser igual, también fue igual: por segunda vez consecutiva, apenitas saliendo, el shuffle conspiró y calló en "Echoes". Y claro, como dura 20 minutos, lo acompañó todo el viaje, como la última vez, 5 o 6 días antes.

Cruzó el circuito con ese comienzo clásico, en un día de sol bastante intenso pero agradable que se condice con ese inicio progresivo, suave, armónico. Cuando llegó al metro empezaron a sonar los guitarrazos, como gente apareciendo por todos lados, corridas, apuros y el metro, repleto.

Hizo la conexión, laaaaarga, como 1km bajo tierra en ese intermedio funky que no te deja mantener el pie quieto. Y fue bajando escaleras. Interminables. Y la música empezó a ponerse densa. De a poco el funky se fue haciendo fantasmas. Espíritus de esos que habitan las profundidades. Y si hay una profundidad bajo tierra a la que el ser humano común y corriente puede llegar, esa es la línea naranja del metro defeño.

Echoes llega a un punto en el que marea. La música desaparece. Es sólo oscuridad y chillidos, un ensueño de pesadilla, gritos de desesperación de espíritus inquietos. Qué difícil de explicar... es el minuto 11. Justo la mitad de este vaivén de ámbitos. Metro lleno, caras demacradas, rigidez compartida, calor inhumano. Es como que llega un punto en la profundidad de la tierra en que el aire cambia y la densidad impide a la gente moverse normalmente, hablar coherentemente. Se apaga la música del aire y es todo un viento de ultratumba y los chillidos de la gente, que no se acuerda cómo se hablaba.

Pero de a poco los gritos callan. Vuelve a sonar la nota. De a poco va ganando espacio la armonía. Empuja desde allá atrás, para volver a los oidos. El metro sube. Va llegando a la parada final donde tomará aire para volver a meterse en los infiernos de Av. Revolución y Tacubaya. La gente va saliendo de su sonambulismo. El ritmo aletargado empieza a tomar protagonismo. A moverse. Llega el tren a su parada final, irónicamente bautizada "Barranca del Muerto". A correr. Se abren las puertas. La música acompaña el paso, que se hace cada vez más rápido. Primera escalera mecánica, laaaarga, eterna, y el aire que vuelve, y la música como un espiral, un sacacorchos que nos va levantando. Vuelta en codo. Otra escalera, igual de larga, más aire en los pulmones, más ritmo en las orejas. Y otro codo, y otra escalera, y luz, que entra desde la superficie, justo cuando Gilmour empieza a cantar con su voz de cuando era niño.

Taxi! Buen día, a Pedregal, por Periférico, hacia el sur.

Y ahí está, de nuevo despejado. Y la música... también despejada, optimista, añorante del pasado pero mostrando lo que viene. Casi inocente, un rockito ligero y cristalino, que se va apagando, durmiendo, en paz, piano y guitarra amigos y colaborando, muriendo juntos de a poco, con un recuerdo de aquellos fantasmas de la profundidad, pero con la luz y aire vivos en sus notas.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Como inspira Floyd!
Muy bueno.
Un abrazo.

18/6/05 2:44 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Ahhh. Avance. El martes creo que se viene uno de los mejores mails en la historia de recopilaciones de fin de semana.
Watta será el autor.

18/6/05 2:45 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

EXCELENTE POST

18/6/05 6:16 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

¡què bien se escribe en mèxico!
(alepa espectadora)

19/6/05 1:01 p.m.  

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