domingo, octubre 30, 2005

Déjala correr V

Chelfororear: echar la güeva

(y vamos terminando, pibe, que esto se está haciendo largo)

Chelforó es un pueblo eje, parada obligada donde se encuentran las rutas 22, que une Neuquen con Choele Choel y la 152 que sube hacia La Pampa. No debe tener más de 4 manzanas, de las cuales dos eran, según sus palabras, de Juan Carlos.

Juan Carlos tenía una hotelito frio y sucio de 5 habitaciones, un bar/restaurant de paso, una estación de servicio y su casa por ahí al lado. Quizás también videoclub o similar de moda. Además Juan Carlos tenía una pequeña chacrita al costado del rio donde producía, a merced de la suerte de cada año, manzanas y duraznos "de exportación".

Nosotros, los 9 improvisados, llegamos para hacer crecer intensa pero brevemente su población. En Chelforó, en las elecciones del 99, votaron 59 personas. Luego de duchas obligadas la mayoría nos metimos en la cama. El que no estaba en la ducha o en la cama, estaba meditando, repetidas veces, en el pobre baño de Juan Carlos. Mientras tanto el patrón nos preparaba unos pollos y unas ensaladas para comer liviano y volver a la ya ansiada normalidad.

El pueblo todo tierra y calor, todo ruta y camiones de paso, nos atrapó. Refugiados en los toldos, clásicos toldos de restaurant rutero, nos hundimos en el aire de pesadumbre de las tardes rionegrinas a jugar a las cartas, ver "directiví" y charlar con la gente del lugar, dejarnos contagiar por el ritmo de plomo y moscas. Juan Carlos tenía relatos para una vida, los 9 todavía flaqueábamos, nada nos apuraba a irnos. Así pasó un día, y otro. Recién entonces nos miramos las cartas, nos vimos con buen color y empezamos a planear la vuelta al rio.

Las opiniones, siempre divididas, complicaron el asunto. El golpe había sido duro para algunos y ya no quedaban restos para una aventura que requería de, al menos, dos días más de garra. Otros, ofuscados con tanta dilatación, acumulábamos ansias y queríamos salir a pegarle al rio, a vengarnos, a vencerlo de una buena vez. Se resolvió fácilmente... Tres decidieron cortar, un camión de paso los llevaría hasta Choele. Seis decidimos seguir, en dos días estaríamos llegando a Choele remando, haciendo noche intermedia en Chimpay. Todavía era temprano, había tiempo para salir. Almorzamos ya sin represiones un gran asado que Juan Carlos hizo con la paciencia de su sangre mientras oíamos sus cuentos de omnis y famosos tristes pasando por su restaurant a almorzar. Nos reimos, pagamos, agradecimos y partimos.

Coki, Juampi y Gulichi se subían al camión amigo. Juan, Jero, Maclín, Churu, Tomi y yo, en parejas, a las tres canoas.

Ya no había excusas, esta vez los tiempos no se podían dilatar, no podíamos estar más motivados. Lo notamos cuando volvímos al rio: ya nos sentíamos parte, nuestros brazos eran, no por volumen, los de remadores. El aire fresco del rio nos pegó en la espalda, el silencio fue rey de nuevo.

El sol empezó a bajar y Chimpay esperaba nuestra llegada.

Continúa... Cap. VI y último


¿Hay otras Periferias?